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Cuando mi corazón se asusta

Una danza consciente entre víscera, mente y corazón.

Un viaje íntimo donde lo invisible se vuelve lenguaje.


Una carta abierta para mi corazón,

que se asusta y me habla.



Cuando mi corazón se asusta, pide un abrazo.

Y al no reconocer los brazos de quien quiere abrazarle, se sienta sobre las vísceras.


Allí se acurrulla sin fuerzas.

Allí se queda, guardadita,

mandando ondas a la mente.


La mente —juicioso y aplicado— recorre el mapa.

Aumenta y minimiza la visión,

la alarga, la ensancha, la explora.


Donde faltan puentes, sostiene

con su tecnología de confianza.

Pero donde hay incoherencia, se detiene.

Hace preguntas. Indaga. Reflexiona.


Entiende que no hay mejor tiempo para hacerlo

que el aquí y el ahora.

Sabe que el riesgo es perder

la confianza de su propio corazón.


Y eso significa,

la pérdida del mapa

y de su propia coherencia existencial.


Por eso, la mente escucha al corazón,

rastrea, evalúa

y reorganiza sus pulsos.


A conciencia,

se impulsa a navegar

las profundas aguas más oscuras

de su propia existencia.


Allí —aún conectada con el corazón—

transmite, con evidencia experta,

lo que acontece.


En la más profunda y fría oscuridad,

espera encontrar la verdad.


La incertidumbre crece con la evidencia,

mas la sensatez permea la nave mental

para mantenerla estable.


Así, no se hunde

en el abismo de la desesperanza.


Allí, espera a recibir un mensaje del exterior.


Desde allí —con toda la curiosidad—

la mente y el corazón

trabajan juntos en restaurar sus estados óptimos.


En ese proceso, se transforman.

Para bien o para mal,

se acercan o se alejan…


…solo el tiempo lo dirá.

 
 
 

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